domingo, 26 de septiembre de 2010

La vida erasmus... Parte I

La vida erasmus no tiene tantas cosas bonitas al principio como todos se piensan. Al principio cuando llegas a otro país, con otro habla, con otra gente muy diversa, y tanto... en un sitio desconocido donde apenas te entiendes... se pasa mal. Pero sólo es pasajero. Como todo en la vida. Pero... ¿Cómo es la vida de un erasmus?

La vida de un erasmus es estar en la cama del albergue/hostal/cuarto de mierda acostado, mirando al techo, rodeado de gente desconocida o que acabas de conocer en tus primeros momentos allí y preguntarte si esto es realmente lo que tú entendías por erasmus. Mirar a tu alrededor y ver que el albergue/hostal/cuarto de mierda posiblemente se pueda caer de mierda en algún momento. Ir al baño del albergue/hostal/cuarto de mierda y ducharte de puntillas porque te da asco pisar el suelo de la bañera. Ver que cuando te quieres vestir se te han olvidado los calzoncillos en tu cuarto y ver que quizás los que tenías puesto antes aún tienen un uso más bien dado.

La vida de un erasmus es pensar en algún momento que como en tu casa no ibas a estar en ningún lado y de preguntarte para qué coño te habrás metido en este fregao. Hasta te planteas la vuelta a casa, sin ser navidad.

La vida de un erasmus es recorrerte toda la puta ciudad desde las 9 de la mañana hasta las 10 de la noche. Eso si no sales, porque si sales la cosa se planta ya en las 4 de la mañana. Por lo que el cansancio se va acumulando y a los 3 días de estar aquí notas como tus pies duelen como nunca y que tus rodillas te piden descansar, a la vez que tu espalda.

La vida de un erasmus es ver como hay gente muy amable, que sin conocerte de nada, sólo por ser español como tú, te da lo poco que tiene y te pone un plato de comida caliente por delante. Y también es ver como hay gente envidiosa y egoísta y más antipáticos que nada.

La vida de un erasmus es ir a ver casas. Unas buenas. Otras regulares. Otras malas. Otras que... no se le podrían llamar ni casa. Ver como los caseros te intentan timar por ser español, o "guiri" y cagarte en toda su familia entera. En español por supuesto.

La vida de un erasmus es intentar ver cosas por los sitios que puedas llevarte a tu casa. Una almohada, una sábana, una manta, una silla... cualquier cosa vale para tunear tu pobre cuarto que por tener no tiene ni perchas, así que tienes que colgar la ropa de tu propia maleta o filito de la cama.

La vida de un erasmus es quedarte tranquilo como cuando das a luz sabiendo que tienes casa y ya tienes donde dormir bien. Es entonces cuando echas la vista atrás de lo duro que lo has pasado y te ríes y dices: "pues tampoco era tan duro", cuando en el fondo sabes que posiblemente no hayas pasado más miedo en tu vida.

La vida de un erasmus es decidir qué vas a comer hoy, qué vas a cenar hoy... y ver que siempre tienes lo mismo. Es decir siempre la misma frase: "Mañana como otra cosa" y al final... comes siempre lo mismo. Generalmente, filetes con patatas y pasta. Arroz con salchichas muy de vez en cuando.

La vida de un erasmus es ver que sales de fiesta a las 12 de la noche como en España y ver que ya la gente lleva 3 horas de fiesta y que en las discotecas no dejan entrar sin pagar la cifra de 25 euros. Baratito baratito. Un día dices la frase: "Mañana ceno a las 7, a las 8 estoy bebiendo y a las 10 salgo", y al día siguiente te vuelve a pasar lo mismo y dices: "De mañana no pasa, he aprendido". Pero lo mejor es que al tercer día te vuelve a pasar exactamente lo mismo y ya es entonces cuando te dices imbécil a tí mismo.

La vida de un erasmus es beber cerveza para comer, para cenar, para hacer botellón, en la calle... y cuando estás camino a casa haces recuento de cuantas te has podido beber al día y perder la cuenta en 10.

La vida de un erasmus es volverte y decir EEEEE cuando escuchas un grupo español. Cuando ves a españoles como tú en tu misma situación se produce una especie de "zimbiozis", que diría aquél, y os intentáis intercambiar experiencias... llegando a la misma conclusión siempre... y es que la vida erasmus, al principio, no es tan fácil como la pintan. Hay que currárselo para que todo salga. Veremos como van las siguientes partes. Saludos!!

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Mi despedida...

Hace mucho, mucho tiempo que llevo queriendo dar un un paso adelante en mi vida. Pero por diversas razones no se pudo dar y la vida me ha llevado por este camino. El 20 de septiembre me voy por un año a Roma. Allí empezaré una nueva etapa en mi vida. Una etapa que espero que sea el comienzo de algo muy bueno para mí.

Por si no lo sabéis (los que siguen mi blog lo sabrán), que no me gustan NADA las despedidas. Pero quería dedicaros algo a vosotros, a mis amigos, en mi despedida. Porque gracias a vosotros he vivido muchas cosas increíbles. Pienso que todas las personas que aparecen en tu vida aparecen por un motivo y una razón. Y de todas y cada una de las personas que aparecen en el video del final he aprendido algo. Y por eso, mi agradecimiento.

Posiblemente, este sea el paso para quedarme en el extranjero por... quién sabe cuánto tiempo... pero aunque existan miles de kilómetros de distancia, a esas personas que son importantes en mi vida las sentiré muy cerca porque las llevaré siempre conmigo. Esto no es un adiós. Es un hasta luego.

No quiero alargarme más. Tan sólo invitaros a que veáis el video. Espero que lloréis tanto como yo he llorado haciéndolo! jajaja. Nos vemos por las Europas. Hasta pronto.


sábado, 11 de septiembre de 2010

¿Por qué no soy feliz?

Leí el otro día un artículo en el Diario El País, titulado "¿Por qué no soy feliz?" y me gustó mucho las historias que contaban. Aunque sabemos que tenemos que sonreír, que tenemos que intentar ser feliz a pesar de algunas cosas que nos pasen, a veces, hace falta que nos lo pongan por delante para concienciarnos. Pongo dos historias de todas las que cuentan para que las leáis.

Pilarín Romero de Tejada

"Si tu objetivo es el amor, tu resultado será la felicidad"

89 años. Viuda. Jubilada. Gracias a su marido, con quien estuvo casada 60 años, aprendió a "amar incondicionalmente".

"Recuerdo haber sufrido mucho en mi infancia. Mi madre murió cuando yo tenía dos años. Ya en el colegio, les preguntaba a mis amigas qué sentían al abrazar a sus mamás. Y a los 10 años perdí a mi padre, que era mi referente. Además, por aquel entonces estaba llena de carencias y complejos. Me veía muy fea. En comparación con mis hermanas, que eran todas rubias y guapas, me sentía un bicho raro. Y así, huérfana y sin autoestima, me sentía tan triste que lo veía todo negro. Pero esta visión distorsionada cambió a los 17 años, cuando conocí a Alberto, el hombre de mi vida. A su lado comprendí que yo no era feliz porque no me quería a mí misma. Por eso era tan dependiente del amor y la aprobación ajena. Empecé a mimarme y a verme con otros ojos. Dejé de decirme cosas feas y comencé a sentirme más bonita. Y en la medida que me fui sintiendo mejor conmigo misma, me di cuenta de que este bienestar se multiplicaba cuando amaba a las personas que me rodeaban. Así fue como poco a poco mi egoísmo murió de inanición. Alberto falleció en mis brazos hace casi dos años. Entonces pensé que no sería capaz de soportarlo. Que me marchitaría como una flor a la que le han quitado su agua y su luz. Pero no. Viví el duelo con agradecimiento por la maravillosa vida que pasamos juntos. Él ha sido mi gran maestro y mi gran amor. Junto a él aprendí que nadie ni nada puede hacernos tanto daño como nuestros pensamientos. Y que lo importante no es qué pueden hacer los demás por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros por los demás. La vida es tan sabia y generosa que no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos para aprender a ser felices por nosotros mismos. Además, si encuentras el bienestar dentro de ti, todo lo demás viene por añadidura. Y esto que es muy fácil de decir, da para unos cuantos años de aprendizaje. Y por favor, no me creas... Experiméntalo por ti mismo".

Albert Figueras

"El secreto de la felicidad consiste en valorar tu vida tal como es"

48 años. Vive en pareja y tiene dos hijos. Médico y divulgador. Durante años ha estudiado qué dice la ciencia sobre los pilares del auténtico bienestar.

"Antes solía creer que la felicidad era un estado de gracia que muy pocos podían alcanzar. Y que para ser uno de esos privilegiados tenía que seguir el modelo determinado por la sociedad: estudiar una carrera universitaria, conseguir un buen trabajo, comprar una vivienda, casarme, tener hijos... No es que me sintiera especialmente infeliz, pero mientras iba recorriendo ese camino tenía la sensación de no ocupar todavía 'el podio de los felices'. Mis días estaban marcados por el hastío que te invade mientras esperas, sin saber demasiado bien el qué. Tal vez fue por eso por lo que empecé a interesarme por las bases neuronales de la felicidad. La ciencia dice que percibimos cómo nos sentimos gracias al contraste. Así, cuando alcanzamos cierta riqueza externa es más fácil darnos cuenta de nuestra pobreza interior. He aprendido que la felicidad -quizá provocada por una sustancia llamada oxitocina- consiste en apreciar las pequeñas grandes cosas que nos pasan cada día. Y que esos breves instantes se escapan fácilmente cuando aparece el deseo de querer que suceda algo que no está sucediendo. El deseo pone nuestro centro de atención en lo que no tenemos, en lo que nos falta, en lo que podría ser mejor, causándonos grandes dosis de sufrimiento. El deseo nos lleva a regodearnos en recuerdos pasados y a fantasear con ensoñaciones futuras, perdiéndonos por completo el momento presente, que es el único donde sí podemos conectar con la felicidad. El reto consiste en no dar nada por sentado, valorando todo lo que forma parte de nuestra vida. Más que nada, porque lo que se valora se disfruta mucho más, mientras que lo que no se valora se termina perdiendo".

Ser feliz es algo que todos anhelamos. Algo que buscamos insistentemente. Pero como bien dice el artículo, la buscamos según lo que la sociedad determina, y eso es lo que nos impide ser feliz. Porque no debemos buscar la felicidad allá donde nos dicen. Allá donde nos enseñan. Debemos buscarla en nosotros mismos. En hacer lo que queremos, no lo que nos obligan a hacer. Sentirse bien con uno mismo es el primer paso para empezar a ser feliz.

La mayoría de veces, al imponernos una meta como puede ser "Ser feliz" nos ponemos una barrera tan grande que nos hace imposible el saltarla, creándonos ansiedad y sufrimiento. A veces parece que nos encante sufrir, porque en lugar de mirar adelante, nos revolvemos en nuestro sufrimiento, lo que nos impide pasar al siguiente nivel y por tanto, empezar a ser feliz. Cuando nos duele la cabeza, tenemos dos opciones, quejarnos una y otra vez de que nos duele y no hacer nada para que ese dolor se vaya (sufrir) o descansar un ratito y tomarnos una pastilla (luchar contra él). Todos tenemos claro lo que hacer cuando nos duele la cabeza... tomarnos una pastilla, no queremos sufrir. ¿Por qué hacer entonces lo contrario en otros aspectos de la vida? ¿Por qué no tomamos remedio y seguimos sufriendo sin parar? El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. No lo olvidéis.

Para el que quiera leer algún caso más:
http://www.elpais.com/articulo/portada/soy/feliz/elpepusoceps/20100808elpepspor_9/Tes

viernes, 3 de septiembre de 2010

La rutina... ¿Cómo vencerla?

La rutina. Vivimos nuestras vidas ajenas a ella, la mayoría de las veces. Pero la rutina es una compañera de viaje que llega sin avisar. Apenas la notas cuando ya está asentada en tu vida. Y si la tienes contigo... tienes un problema. Y de los gordos. El día menos pensado te la ves por cualquier lado. En el sofá, en la tele, en la cama, en un paseo, en los ojos de tu pareja, en un despertador. Es como esa mosca molesta que pulula por nuestra mesa en verano y no te deja tranquilo. Tu la intentas espantar, pero con hacer un aspaviento no basta. Ojalá fuera tan fácil.

La rutina puede llegar de muchas maneras. Tanto a una persona sola como a una pareja. Pero en ambas puede ser mortal. Para las parejas, o para el amor, mejor dicho, puede llegar a ser el fin. La rutina es la única que puede acabar con el amor. Absolutamente ningún sentimiento puede matar el amor. Ni el odio, la ira, los celos, el egoísmo, la indiferencia, la tristeza... todos pueden vencerse con el amor puro y verdadero. Pero una rutina puede acabar con un amor de muchos años. Pero, ¿cómo notas que la rutina ha llegado a tu pareja?

Cuando un plan con tu pareja se convierte en un problema. Cuando prefieres quedarte en casa tranquilo a tu bola que hacer algo con la otra persona. Cuando quedáis y sólo hablais de vuestro día y poco más. Cuando váis a la playa y habláis sólo de que hace muchas olas y que hace mucho calor. Cuando veis una peli en el cine y volvéis a casa en el coche o andando sin hablar, o hablando sólo de que la peli ha estado bien. Cuando ya no miras el móvil para ver si tienes algo de tu pareja. Cuando te pones más contento cuando te llama un amigo al que hace tiempo que no ves que a que te llame tu pareja. Cuando vuelves a casa y sólo le dices: "Hola..." y no os dáis un beso. Cuando ya no os hacéis carantoñas como antes. Cuando ya no te queda cosas que conocer de tu pareja. O cuando no quieres seguir conociendo nada más. Cuando pasáis más tiempo en silencio que hablando. Cuando hay más discusiones que planes conjuntos.

Pero también existe rutina para esa persona que está sola. Cuando el despertador siempre suena a la misma hora día tras día. Cuando te levantas con la misma cara de agobio y sin ilusión. Cuando recorres el mismo camino hacia el trabajo día tras día. Cuando vuelves del trabajo y te echas en el sofá a ver la misma mierda de siempre. Cuando te acuerdas de la persona con la que ya no estás día tras día durante meses. Cuando relees los mensajes de cuando estábais juntos. Cuando lloras en tu almohada pensando en algo ya pasado.

Amigos... aquí no estamos eternamente para estar jodidos tanto tiempo. Hay que evitar la rutina. ¿Y cómo? Haciendo que cada día sea diferente el uno del otro. Haciendo planes. Teniendo proyectos. Un solo proyecto es capaz de crear una ilusión tan grande que la sonrisa no se nos va de la cara cuando pensamos en él. Haciendo que la vida con nuestra pareja sea emocionante y no monótona. Cualquier juego, cualquier detallito tonto puede alegrar un día. Escribir algo en el espejo del baño. Ponerle una carita feliz con mermelada en su tostada. Una rosa en su almohada. Unas cosquillas. Un paseo viendo el atardecer. Unas fotos para el recuerdo.

A mí me da igual no tener el mejor trabajo del mundo, ni el mejor pagado. Si con ello yo me levanto por las mañanas con una sonrisa, con ganas de ir a trabajar porque me divierte lo que hago y a lo que me dedico. En la vida hay que hacer lo que a uno le gusta, no lo que nos obliguen a hacer. Porque si hacemos cosas que no nos gustan, acabará llegando el momento en que la rutina se instalará de nuevo en nuestras vidas y nos amargarán y hará sentirnos mal. Nunca es tarde para ser feliz. Nunca es tarde para hacer lo que queremos. Aunque tengamos 50 años. Si algo nos gusta tenemos que hacerlo. Porque aquí estamos para ser feliz. No para hacer de nuestra vida un martirio.

¿Que no sabemos si seremos feliz sin esa persona con la que ya existe la rutina? ¿Sólo estás con esa persona porque tienes miedo a estar sol@ y no ser feliz? Ya sabes que con esa persona NO serás feliz. Fuera hay miles de oportunidades de ser feliz. En tu mano está qué decides. Si seguir viviendo el resto de tus años con la rutina. O despertarte por la mañana con una sonrisa y con ganas de vivir el día. Yo tengo claro qué elegir. Y es vivir la vida lo mejor posible. El tiempo se escapa y la vida se acaba. Así que ponlo en práctica... y vive el día como si tú lo inventaras. Ya estás tardando.