sábado, 7 de agosto de 2010

La marea de nuestra vida...

Qué parecido es a veces el mar con la vida misma. Hay un momento que los marineros llaman marea floja, cuando la marea ni sube ni baja, sino que permanece completamente inmóvil. Es un punto detenido en el tiempo, cuando todo está quieto y tranquilo. Esos momentos que cuando los tenemos en la vida cotidiana nos saben a gloria. La única desventaja, es que pasa muy rápido.

Cuando uno prueba el silencio, la tranquilidad de verdad... la añora en ciertos momentos de su vida, más tarde o más temprano. La soledad no es buena, claro que no. Pero todos necesitamos nuestro espacio a veces. Huir del ruido, de los agobios, del estres. Refugiarse en uno mismo. Disfrutar de nuestra propia compañía, del silencio que inunde la escena. Y hablar, con uno mismo. Reflexionar y ordenar nuestra mente. Al igual que hacen los pescadores en sus largas travesías por el mar, donde pasan la mayor parte del día sin más compañía que la de su caña y sus peces.

Cuando uno pesca tiene que tener paciencia, si no, poco va a conseguir. En nuestra vida vamos demasiado acelerados con todo. Y a veces, la gran mayoría, nuestros objetivos no se cumplen. Porque no tenemos paciencia. El buen pescador sabe que si tiene paciencia obtendrá su premio. Pueden pasar días y días. Horas una detrás de otra sin conseguir nada. Pero sabe que si su caña sigue en el agua puede picar lo que lleva tanto tiempo deseando. Nosotros a veces queremos las cosas ya, y nos desesperamos si no lo conseguimos. Y eso no puede ser. Todo tiene su tiempo. Todo llega en la vida. Aunque sea tarde. Pero nunca es tarde si... ya sabéis.

Al hombre siempre le ha atraído el mar. Pero nos supone un escenario antinatural, un lugar de gran peligro. Mareas, corrientes, peces peligrosos, olas, vientos... cada cual con sus propios riesgos. Ninguno puede ser ignorado. El más mínimo error puede suponer un error mortal. Pero un buen marinero no lucha frente a estos elementos. Un buen marinero trabaja con ellos utilizándolos a su favor. Mientras otros menos afortunados van a la deriva, golpeados y magullados por la terrible lucha, él siempre vuelve a la seguridad de su hogar. Porque no siempre gana el más fuerte, sino el más listo.

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