lunes, 16 de febrero de 2009

Resaca de San Valentín


Como diría el gran Antonio Requena, situamos la acción en Cádiz, para conocer a David de 23 años.

"David se levanta de la cama. Lleva tres días que no quiere ni salir de su cuarto. Hace una semana que su novia se marchó de este mundo. De vuelta a su casa el sábado por la noche, un desgraciado decidió poner en peligro no sólo su vida, sino la de todos los que se cruzaran con él por la carretera, bebiendo más de la cuenta. Con la mala suerte de que la persona que lo hizo fue Marta (su novia) y su coche. Desde entonces se ha escondido en sí mismo, sin ganas de saber nada del mundo. Sin entender por qué existe gente como esa, tan inconsciente, que le importa tan poco su vida y la de los demás. Su madre intentaba aguantar las lágrimas cada vez que lo veía deambulando por la casa, le costaba, pero lo lograba. Y sin pensárselo dos veces, entra en el cuarto de David.

- David... ¿por qué no sales un poco a que te de el aire?
- No mamá... estoy bien así - decía David con la voz entrecortada.
- Hace muy buen día, ¿por qué no vas a la playa a que te de un poco el sol? - le suplicaba su madre, que se le caía el alma a los pies de verle así.

Tras varios intentos su mamá logró que David se levantara. Él se dió una ducha, cogió una manzana y su mp3 y salió a dar un paseo por la playa.

- No te olvides de que a las 8 tienes que estar en casa, que van a venir tus amigos a verte - Le dijo su madre mientras David salía por la puerta.

Cuando llevaba un rato andando, decidió sentarse en la arena a tomar un poco el sol. Vió un sitio que le gustaba y se sentó. David quitó el papel que cubría la manzana, y no dejaba de poner una y otra vez en su mp3 esa canción que le recordaba tanto a su amor mientras miraba al cielo con los ojos brillosos mientras derramaba alguna lágrima.

A unos 20 metros de él había una chica sentada con las piernas cruzadas con un libro apoyado en sus manos, con la mirada fija en el papel. Parecía muy interesada en el libro, pero algo le hizo levantar la mirada y dirigirlas hacia David. Vió como miraba hacia el cielo con la mirada perdida... como buscando una respuesta, una explicación. David volvió la cara a su derecha, y sus miradas se cruzaron. Durante tres segundos las miradas de David y la chica estuvieron en contacto, mirándose fijamente. Ella le sonrío. Él mientras bajaba la mirada, dejó escapar una leve sonrisa.

David seguía escuchando la canción, mientras miraba a la orilla. Veía a gente paseando, haciendo deporte... pero cuanto más segundos pasaban, más eran las ganas de mirar de nuevo a su derecha, y sin quererlo volvió de nuevo a mirar a la chica del libro. Veía como el viento la despeinaba, y ella con su mano derecha se apartaba su precioso pelo negro de la cara. Veía como los últimos rayos del sol del día se proyectaban sobre su piel, reflejando un tono naranja que le hacía mucho más guapa de lo que aún era. David no podía apartar la mirada de ella. No sabía qué era, pero su mente no quería apartar los ojos de la chica. Como si algo quisiera que se fijara bien en ella.

En ese momento, la chica miró a David y él, avergonzado apartó rápidamente la mirada dirigiéndola hacia el suelo mientras sus mejillas de sonrojaban. David no podía verlo, pero la chica sonrió y volvió de nuevo a su libro. Entonces, la canción que David llevaba escuchando una y otra vez sin parar, acabó... y David no le dió a reproducir, saltó a la siguiente.

Pasaron unos minutos, y David tenía unas ganas tremendas de volver la mirada, pero su timidez le impedía hacerlo. Con el rabillo del ojo, vió como ella se levantaba y se ponía una chaqueta de manga larga. La verdad que empezaba a refrescar, eran más de las siete y media y aunque David tenía frío, no quería irse de la playa. La chica recogió su libro, su bolso y empezó a andar saliendo de la playa. David vió como se alejaba... y su mirada se volvió a perder en la orilla, con la mente en blanco durante unos segundos. Mientras torcía su gesto por la marcha de la chica.

- ¡Hola! - dijo una simpática voz femenina.

David se volvió, y los ojos como cuando un niño ve los regalos de reyes, vió que era ella, la chica del libro.

- ¡Ho... Hola! - dijo David tartamudeando.
- Perdona... ¿tienes hora?
- Eh... si, son laaaas... ehhh.... las ocho menos diez.
- ¡Gracias! - le dijo muy sonriente la chica.

Y se volvió, mientras David no podía creer que la haya podido tener tan cerca, que se haya dirigido a él. El "¡Gracias!" de la chica se repetía una y otra vez en su mente, al igual que lo hacía antes la canción, cuando ella se daba la vuelta, de nuevo aparecía su sonrisa para decirle de nuevo "¡Gracias!", "¡Gracias!" y así muchas veces más.

Tras varios minutos así, David decidió que lo mejor era irse a casa. Iban a ser casi las ocho y sus amigos iban a estar esperándole. Así que cogió su mp3, se lo guardó en el bolsillo y tiró en una papelera los restos de la manzana que se había comido. Mientras subía las tablas de la playa, miraba al suelo recordando la cara de la chica. No podía olvidar su sonrisa, pero estaba enfadado consigo mismo, porque no se atrevió a decirle nada más mientras ella se iba de la playa. Pensaba que quizás no la volvería a ver, que había perdido la oportunidad de preguntarle al menos su nombre.

Pero al salir de la playa levantó la mirada, y observó a alguien sentado en un banco, su figura le sonaba. Conforme iba acercándose sus ojos iban abriendosé más, su boca más se secaba, aumentaban los latidos de su corazón... se ponía más nervioso. Era ella. Sentada en el banco con el libro en la mano. Cuando estaba a unos 10 metros de ella, la chica alzó los ojos por encima del libro... y de nuevo sus miradas se volvieron a cruzar. Esta vez no fueron tres segundos. Esta vez ninguno de los dos apartaba la mirada. David comenzó a andar más despacio, como si no quisiera alejarse mucho más. Ella le volvió a sonreir. David también sonrió.

Él pasó por delante de ella, dirigiéndose al semáforo que le llevaba a cruzar la calle para llegar a casa. Ella no dejaba de mirarle. El chico le parecía mucho más interesante que el libro que estaba leyendo. David se puso en el paso de peatones, esperando a que el semáforo se pusiera en rojo para cruzar. Estaban a 15 metros apenas, pero sus miradas estaban mucho más cerca.

El semáforo se puso en rojo, la gente cruzaba, David no. La chica miraba a David, sin decirle nada con ningún gesto, sólo la sonrisa en su cara. David puso su pie derecho en el paso de peatones mientras el izquierdo se mantenía en la acera, como no queriendo cruzar nunca. Los segundos en los que los dos se miraban parecían horas. No ocurría nada más a su alrededor. Sólo estaban ellos.

El semáforo se puso de nuevo en verde. El pie derecho de David volvió a la acera. Miró el reloj y abandonando el paso de peatones se dirigió al banco de la chica. A fin de cuentas, tampoco es tan tarde para volver a casa."
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Os pongo una canción que va un poco con este post. Habla un poco de cuando nos sentimos perdidos y no sabemos bien qué hacer.

5 comentarios:

  1. historias así son las que te ayudan a seguir hacia adelante por muy mal que lo hayas pasado por mucho dolor que te encuentres siempore hay algo una persona una razon por la que luchar, siempre se te abren puertas nuevas y siempre aparece gente que es especial y te hace sentir que tu lo eres,por cierto jose que sepas que sepas que me quedao pensando el final y que pasaria si se pusiera el semaforo en ambar jejeje y sigue escribiendo que no falten historias

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  2. siiiiiiiiiii, m encantaaaaaa :) soy tu fan numero 3! (el numero 1 y 2 son pa alonso y nadal of course!) :D

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  3. Jajajajaj muxas gracias a las dos! Es un honor estar en el número 3 Silvia :P Muak!

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  4. mmmmmmmmmmmmmm....q buenos recuerdos....mmmmmmmmmmm

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  5. Ainnnnssss desde Tierras Granainas te mando este mensajillo pa que veas que me acuerdo mucho de ti, pero que he tao muy liaita y no me acordao de colgarte ningun comentario antes!!!!!En fin, que buenos recuerdos me trae este relato por que fue el primero que me enseñaste recien conocerme, jejeje!!!!Muchos besuchis wapo!!!Cuidate

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